Hoy hace una semana que llegamos a casa y aquí estamos. Las novedades son:
- El padre de las criaturas, en la India
- Las criaturas, dos con toses y mocos, una con un dedo engasado y el mayor, más rebelde que nunca
- La mamá, triste y sola, como la canción de la tuna
- El jet lag se resiste: nos acostamos a las 2 a.m y nos levantamos casi a las 11 de la mañana… que bueno… ya no son las 13:00 del primer día o las 12:00 de los posteriores… poco a poco… a este paso, nos habremos sincronizado cuando ya nos tengamos que ir
- He conseguido encauzar los temas más importantes para este mes de julio, para dejar la casa, poco a poco, más acondicionada para pasar más meses cerrada.
De largo, lo más significativo ha sido nuestro primer viaje a urgencias. Porque mi re-peque lleva el dedo engasado??? Ay!!!
Cómo ya es sabido a estas alturas, se me puede considerar a todos los efectos, una madre “soltera” (a veces en broma digo que en mis circunstancias, mi maromo bien podría pasarme una pensión, y aunque no voy a profundizar porque luego me “canea” cuando lee los post, él ya sabe que bromeo con esto, aunque no me faltan argumentos… eh eh eh… que he dicho que no iba a profundizar! No me tiréis de la lengua, hombre!!)
(inciso para recordar a la prole que no es buena idea jugar al parchis en el suelo del salón con esas minifichitas que la re-peque puede confundir con lacasitos….)
Ya estoy aquí. Teta.
A lo que iba. Estar sola en casa en SP o estar sola en CASA es cosa de “distintos perros, mismos collares”. Si bien es cierto que aquí todo y todos pareces (y están) más cerca, la realidad es que entre estas 4 paredes, la prisión y la soledad se intuyen de la misma manera. Desde que me levanto hasta que me acuesto, respondo yo sola del bienestar, seguridad, alimentación, entretenimiento, … de mis cuatro retoños, sin descanso… Las dos veces que he venido aquí he acabado con la misma conclusión: es mi problema de expectativas, lo se… La primera vez, tardé tres semanas en darme cuenta de eso, y esta segunda , con unos 5 días ya he tenido suficiente. Casualmente coincidiendo con la marcha del maromo y unos días más para ser consciente de mi realidad: estoy igual de comprometida a tiempo completo aquí, que allí.
Las visitas, generosas e impacientes,
(pausa para sacarle una chapa de la boca a la enana, tiempo justo para volver a sentarme en la silla y que me llame la atención para “decirme” que no me moleste, que ya tiene otra en la boca kkkkk)
… pues eso, que las (args! Ahora han lanzado todas las fichas del parchís al aire! Como confetiiiii)
Decía, que las visitas han sido una alegría, una compañía, y el fin de semana nos han arropado, junto con la familia… pero llega irremediablemente el lunes, y todo vuelve, como ha de ser, a la rutina del trabajo, y con ello,, nosotros a nuestra rutina…
Tengo la sensación que, de no ser porque alguien me llama, nos visita o nos propone un plan, vivo en otra dimensión en la que el mundo exterior no existe y sólo estamos nosotros 5. Las mismas rutinas todos los días, las mismas conversaciones, las mismas situaciones… Irremediablemente, cada día me convenzo más que si todo va bien, es porque tiene que ir bien, pero que si algo va mal, es por mi culpa… Así que cuando el mediano le pilló el pulgar a la repeque con la puerta del baño, no pude por menos que aumentar mi sentimiento de culpabilidad: Esto no debería ser así.
Estaba preparando la cena en la terraza, para disfrutar de este tiempo estupendo que estamos teniendo estos días. Tenía la tortilla de patatas y el pan con tomate, preparadito, todo a punto, y pedí a los niños que se lavaran las manos para ir a mesa. Habían estado jugando a pasarse la pelota de jardín a jardín con el vecinito, gran redescubrimiento de este verano, y estaban escitados. La peque andaba entre mis piernas, esperando que la aupara a su sillita para degustar la cena. Como no había nadie todavía sentado, pensé que era mejor retrasar el momento de sentarla a ella, por si se sentía sola y pretendía levantarse, no fuera a caerse y a hacerse daño. Llevé el último plato a mesa, y cuando me dirigía a por ella para sentarla, la oí gritar y llorar.
Fui corriendo, no la encontraba, hasta que me dí cuenta que estaba en el labavo y allí ya supe que había ocurrido. Su hermano todavía estaba cerrando la puerta, ajeno al griterío y a los lloros desconsolados de la beba. Sólo pude decir “la puerta! La puerta! La puerta!” varias veces, llorando yo con ella. Su dedo pulgar estaba plano, ensangrentado, lo metí debajo del agua, y la uñita se desprendió sola, quedando sólo unida al dedo por un poco de piel. El dedo empezó a ponerse morado y a hincharse salvajemente.
No sabía exactamente el nivel de gravedad porque sólo sospechaba que había sido pillado por la puerta en la parte de la bisagra, pero no se ni si llegó a cerrarla del todo, o si sólo había sido un poco o totalmente…
Llamé a mis suegros: beba, dedo, puerta y hospital fueron las 4 únicas palabras que atiné a decir (bueno, y quizás entremedio puse alguna preposición, artículo y determinante, pero ya no recuerdo). Se presentaron en casa en el tiempo que yo agarraba la mano de la peque con una mano, y con la otra, el bolso con unas toallitas y un pañal.
Mi suegra se quedó con la prole, a la orden de “cena-cama” y yo salí volando con mi suegro al hospital General. Intenté contactar con el costillo, por aquello de saber como funciona nuestra mutua de expatriados cuando estamos en casa, pero no hubo forma… que no.. que no me voy a extender por aquí…
Por suerte, era el día del España-Portugal y la sala de urgencias estaba vacía. Nos atendieron de inmediato, y tras una primera cura y una posterior radiografía, la nena salió de allí sin la uña colgando y con un poco de iodo.
Como anécdota, tres.
Una) Al llegar al box, teníamos una madre y una niña de unos 12 años en la camilla, con sus chanclas y bañador, señales inequívocas de que venía de la piscina. La conversación transcurrió más o menos así:
Mama: pues tiene fiebre y le duele el oído
Dr: cuanta fiebre tiene?
Mama: 37,5
Dr: ah! Ya veo… desde cuando?
Mama: desde este mediodía
Dr: Y dice que le duele el oído
Mama: si, le ha empezado a supurar
Dr: Pues mamá, esto es un diagnóstico rapidísimo de otitis supurante, que requiere de antibiótico. Le da esto, y esto y ya está
Mama: si, si , claro… ya lo sabía… ella es propensa a esto….
Creo que al dr y a mi nos dieron ganas de decirle cuatro cosas a esa madre. Porque claro:
1.
La niña claramente había pasado todo el día en la piscina, como si nada, con ese dolor de oídos, en lugar de consultar a su pediatra en consulta. Claro ejemplo del mal uso que se hace del servicio de urgencias
2.
La madre no confía en si misma! Si es cierto que las otitis es algo de repetición en su hija, de 12 años, que no es un bebe, debería no asustarse a la primera de cambio y saber manejar esa situación…
Otra anécdota. Mientras esperábamos que nos llamaran para la radiografía, paseaba a la beba arriba y abajo, mostrándole los dibujos infantiles de las paredes, para que se entretuviera. El dr que nos había atendido, se percató de que no tenía el dato del peso.
-
Dr: cuánto pesa la beba?
- Yo, pensando en memorizar cuanto hizo en la consulta de los 8 meses…. Ni idea
- Dr, amenazante (joer! Que digo yo! Que si estaba contenido por la otitis anterior, por que sacaba ahora la ironía??) Vamos a ver!!! Es que no lleva a su hija a las revisiones pediátricas??
- Yo (sopesando que quizás la verdad era demasiado complicada para una mente inferior como la del pediatra en cuestión, decidí tirar por la vía corta y, de paso, darle con su misma medicina… ): pues mire, es que la revisión del año (ella cumple en mayo) me la han dado para finales de julio…. Y claro…
- Dr: ah… claro… pues vamos a pesarla
Haber empezado por ahí, en lugar de presuponer que una madre que da teta es una hippie (con perdón a los hippies) irresponsable que no vela por la salud de la prole, y eso que no sabe que tengo 4, que si no….
Pero ahí no termina la cosa…. Finalmente, nos llaman para la radiografía. Nos guían por pasadizos interminables hasta una sala de espera, al lado de la sala de rayos X. Quedamos a solas, una madre con su hijo de 9 años y yo con la beba. De fondo, la radio retransmite el inicio de la prórroga para una técnico que está, ajena a nosotros, trasteando en el ordenador. Después de llamar al niño, y dejar a la madre fuera, otra vez me pongo a la defensiva y me preparo para hacer valer los derechos de mi hija a estar acompañada en todo momento. Por suerte, no hace falta. Ya no oigo el futbol, pero se nota que la técnico no está para fiestas. Me ordena sacarle la camiseta ¿?¿? y acostarla en la superficie de la máquina.
Yo: Pero….. cómo le va a hacer la radiografía?
Técnica: pues estirada (con voz de, a ti que más te da, es obvio…)
Yo (para mis adentros intentando justificar la decisión de idoneidad de la postura, pero encontrando a faltar el protector para su aparato genital y preparándome para negarme a realizar la radiografía sin los necesarios elementos de seguridad, para ambas) : Pero, de donde va a sacar la radiografía?
Técnica: Pues del pecho!
Yo: pero es que es de la mano…. (con voz que no se note que estoy pensando que está más despistada que la oveja Dolly el día del padre)
Técnica: ay! Ay! Disculpe…
Después de esto, supongo que se dio cuenta de la imagen de incompetencia que estaba dando y, cuando una de las radiografías no salió del todo bien, no se atrevió a volver a repetirla para no molestar más a la peque… Todo un detalle…
Finalmente, la radiografía no mostró rotura alguna, y tras la recomendación de realizar las curas “por alguien que sepa, por ejemplo, en el cap”, dando por supuesto que yo soy inútil (para aplicar cristalmina y un vendaje pprotector) y asustándome con infecciones posibles y demás, nos fuimos para casa con la receta de ibuprofeno cada 8 horas, para el dolor….
En fin, que no. Que como el Einstein no hay nada. Que no voy a padecer síndrome de Estocolmo, pero que no siempre lo de casa es lo mejor. Y tal como están las cosas, lejos de pensar en que mejoraremos, con la privatización de la sanidad, el recorte de los salarios de los profesionales del sector y los servicios, esto va a ser una catástrofe.