La
primera entrada del 2013! A casi mediados de febrero… no está mal!
Bueno! Pues lo dicho! Feliz año 2013!
Llevamos dos semanas en casa… y digo en casa, porque ya
estábamos deseando llegar a nuestro
apartamento paulistano. Dos meses y medio allí da para mucho, pero sobre todo
para encontrarse, de repente, fuera de lugar, estando en tu lugar.
No se si me explico, pero hemos llegado al punto en que,
como expatriados, no somos ni de aquí ni de allí. Es como estar en medio del
limbo. Echamos de menos la familia y los amigos, nuestras cosas, por supuesto… Abrir
la puerta de casa y reconocer ese olor característico del hogar, mientras los
niños corren a sus cuartos, a reencontrarse con sus juguetes, voces de alegría por
toda la casa, muestras inequívocas de que están contentos de, por fin, estar
allí.
Entrando las maletas
todavía, recorro todas las habitaciones, comprobando si en estos últimos
5 meses ha habido desperfectos (humedades, plagas de arañas, funcionará la
caldera?, la bañera se habrá
descascarillado más?…) La última vez que cerramos la puerta tras de nosotros
era verano, y ahora hacía un frío de noviembre que nos descolocaba. Las camas
estaban con el nórdico, y la calefacción hacía dos días que intentaba caldear
la casa, aún sin conseguirlo. Pero todo eso da igual, porque por fin somos
nosotros en nuestra vida real…. O no?
Pasan los días, y
poco a poco hacemos recuento de las típicas averías causadas por nuestra
ausencia: luces fundidas, lavadora con filtro atascado, lavaplatos que no
limpia bien, humedades escondidas, descargas de cisternas que por la cal ni
dejan llenar ni descargan … es triste
ver como, cada vez que volvemos a casa, las averías son las mismas, una y otra vez, arreglando las mismas cosas, como
diciéndonos a gritos que nos echan de menos, que no pueden estar meses sin
nosotros y luego presentarnos como si nada hubiera pasado.
Pasan las semanas, frías, grises, con lluvia a veces, con
amenaza de nieve otras, y van pasando los reencuentros con casi todos los
amigos. En realidad no es que tu los vuelvas a ver, si no que ellos te
reencuentran, puesto que su vida sigue allí y fuiste tu quien se marchó. Aunque
siempre procuramos traer recuerdos para todos (como para compensar la ausencia o
porque nos acordamos de ellos en todo momento cuando estamos en Brasil) sobretodo
pão de queijo, brigadeiros… es tonto,
pero tengo la necesidad de mostrarles las cosas buenas de las que disfrutamos
aquí, ya que ellos no pueden venirse a conocerlas en directo, un pedacito de
Brasil se viene con nosotros cada vez, maleta a maleta, viaje a viaje.
Dos meses y medio, con navidades de por medio, mi marido a
penas sólo las vacaciones navideñas justitas, y el resto, nosotros allí,
mientras todos siguen con sus vidas, sus trabajos o sus colegios. Una vez
reencontrados, ellos ya han aprendido a vivir con nosotros en la distancia, así
que, aunque reconfortados y tranquilos por tenernos “cerca” (más cerca de lo
que en los últimos años nos han tenido la mayoría del tiempo), la vida sigue.
Es muy extraño, porque estás de vacaciones, deseando hacer
todas esas cosas que cuando estamos en Brasil echamos de menos, pero en
realidad, una vez allí, no sientes imprescindible, y dejas pasar los días,
contando cuando vas a volver a coger el avión.
Se ha hecho largo, a veces aburrido, de lunes a viernes
sobretodo… Aunque esta vez he podido encontrar, para los niños, actividades que
les ocupen algo de tiempo diario para no estar encerrados en casa y también
para que estén en contacto con sus amigos del colegio (futbol, esbart o cerámica, por ejemplo) los días se van
sucediendo a las noches…. Algunas veces en compañía de amistades, otras de
excursión con los abuelos… pero llega un momento que lo único que importa,
llegas a desear recuperar la rutina y volver a estar toda la familia de nuevo
juntos…. Deseas volver a Brasil. Y se cierra el círculo del expatriado.
Ciertamente, hemos llegado, decía, al punto en que no eres
ni de aquí ni de allí, o quizás, puestos a pensarlo bien, eres más de aquí que
no de allí. Y entonces es cuando al bajar del avión en São Paulo te descubres
pensando que por fin ya estamos aquí. Y abres la puerta del apartamento y tus
hijos van corriendo a redescubrir sus habitaciones y los juguetes que dejaron
aquí, y comprendes que a ellos les pasa algo parecido. Ya se alegran de entrar en Casa, sea cual sea
la “casa”.
La adaptación ha sido super rápida esta vez. Ha hecho falta
este tercer viaje para que los niños entiendan que ahora nuestra vida es así.
Que aquí estamos bien. Que allí están también bien, y que todo sigue…. Igual…
Se hace difícil asumir que, quizás, este viaje a casa, ida y
vuelta, haya sido el último… quizás la próxima vez que cojamos el avión sea para
regresar a nuestra vida “real”y quedarnos para siempre, con la mudanza en algún
punto entre América del Sur y la Península Ibérica… nuestra vida empaquetada en
un contenedor, como nómadas que nos hemos convertido. Para no ser nunca más los
mismos, en nuestra vida de siempre.
No quiero pensar mucho en como vivir los próximos meses aquí.
Se que el 23 de junio tengo billete de avión de regreso, y todavía no sabemos
si definitivo, o de escala hacia otro país o simplemente para pasar las vacaciones
de verano. Espero y deseo que esto se alargue un poco más, porque lo que hemos
encontrado en casa me ha asustado bastante. Desde la educación, hasta el estado de ánimo de las personas frente la
situación laboral, el futuro incierto que nos espera allí… da para pensar
si nos interesa o no volver a
establecernos allí. Lamentablemente, a parte de atormentarme a mi misma
pensando en lo que sería de nosotros, como nos montaríamos la vida allí, no puedo
hacer nada ni para anticiparme, ni adaptarme, ni nada… Simplemente, tengo que dejar
pasar los días porque, como expatriados, sabemos cuando llegamos y la duración
aproximada de nuestras aventuras, pero estamos a merced de las empresas… Es
parte de la magia de esta aventura: nueva vida, pero en cierta manera, ya no es
nuestra. Porque hablando con otras familias en estas mismas condiciones
nuestras, todos decimos lo mismo. Llegas pero… cuando y hacia donde te irás??
Esta primera entrada ha sido una reflexión de lo que he
sentido estos días, con este nuevo “regreso” navideño. He sentido tanta
añoranza de mi vida aquí en Brasil, una saudade que en otras ocasiones no había
sentido. Pienso en el colegio de mis niños aquí, y siento tanta envidia de lo
que tienen los niños que van a poder continuar en él los próximos años… que
quiero agarrarme como sea a esta expatriación. Supongo que es así porque, hoy
por hoy, la única alternativa es volver, y no quiero. Supongo que, si la decisión fuera entre quedarse aquí y
expatriarse a otro país, las cosas las vería con otro color.
De momento ya hemos
empezado el colegio, con sus libros nuevos, el material escolar, los horarios,
las prisas y los atascos. Y eso nos conforta, porque ya dominamos este día a
día, nuestro día a día.
L'autor ha eliminat aquest comentari.
ResponEliminaTus palabras me han hecho sentir esa desazón del expatriado. Gracias por compartir tus sentimientos de esta manera. Y feliz regreso a vuestra casa.
ResponElimina1beso.
:´) T'estimo molt!!!
ResponEliminaHola! Gràcies a totes! pels comentaris i per l'interès :)
ResponEliminaEstoy trabajando en un par de entradas nuevas y todavía no me acabo de dejar llevar por la inspiración claramente hacia una... espero en breve poder publicarla.
Mientras tanto, me alegro mucho de saber que hay quien me lee y sobretodo, que hay quien me acompaña.
Es dur el camí que es va seguint, quan és tant diferent del que els teus prenen... Però això encara ens fa més autèntics a tots!
como ya comenté en otra entrada (la tecnología que nos une y que nos separa), es gracias a esta experiencia que he podido poner a muchos en el lugar que les corresponden: unos en el corazón, otros en la mente, y otros en la agenda telefónica que no es la SIM... por lo que... muchos continuáis estando ahí, y otros ,simplemente, han quedado por el camino.
Obrigada pelo intereis!